domingo, 26 de febrero de 2012

PARIS, PARIS ET TOUJOURS PARIS!!!

Un purito por Montmartre


Un equipaje de escaso peso y una mente de abundantes pensamientos que mis neuronas no llegaban a digerir –pues hacía menos de un mes que llegaba de Asia y ahora me lanzaba a vivir en Paris-, consecuentemente, mi llegada un caluroso día de Agosto a tierras galas no ayudó a asimilar el escaso periodo de “transición” de una cultura a otra. Llegué al aeropuerto de Beauvais (a 1 hora en bus de Paris), y una vez en Paris tomé el metro. Me impactó de dicho metro (tan pronto como mis piernas se posaron en él) su falta de acondicionamiento para uso público: empezando por la falta de escaleras metálicas, pasando por la ausencia de rampas para minusválidos y, acabando por su olor. En cambio, de modo burlón, era ese el metro de Paris, ese de las películas de cine negro, ese de Alain Delon ¡¡Qué encanto en tan nauseabundo olor!!
Mi trayecto en metro terminaba con la parada  Strasbourg Saint-Dennis y con ella comenzaba un nuevo periodo de nuevos caminos, nuevas palabras, nuevas personas, etc. Al salir a la calle, me recibieron las diferentes cafeterías à la parisienne con sus terracitas, mesas y sillas dispuestas hacía el exterior-para “ojear” a todo el que pase-, sus bureau de tabac, sus salpicadas fruterías, un tráfico flexible y un sol benevolente. 
Port Saint-Martin al lado de casa
Tras 5 minutos andando, encontré mi primer hogar en Paris junto a la majestuosa Port Saint-Martin: era un edificio con un amplio pasillo que me llevaba a mi apartamento en la 3ª planta en la que conviviría con Alex. Sí, Alex, un chico francés de orígen indonesio-chileno que había conocido en España varios años atrás, el cual me ofreció arrendar una habitación durante un mes. Él me había dejado unas llaves escondidas en el portal, así que pude acceder a mi hogar “de prestado”. Al entrar, una pequeña cocina, girando a la derecha un salón dotado de alfombras, suelo amaderado, y libros por doquier. Un largo pasillo con amplias habitaciones, y le toilette (un cuartucho exclusivo para…defecar, ya que el cuarto de baño se encuentra en otro lugar)





Alex y yo reflexionando :P
No tardó en llegar Alex con su amplia sonrisa, un abrazo y la promesa de una soirée comme il faut!! Fuimos a comprar algo de comida, y bebida por los alrededores. De pronto, con Alex, rememoramos tiempos pasados, fiestas en España, como habíamos cambiado y que vida llevábamos. Creo que él pudo percibir en cierto modo mi agotamiento interior reflejado en mi cara y en mis gestos, aunque su perspicacia le hizo controlar sus comentarios con otros más propios de su alegre personalidad. Tras una hora en "nuestra" casa, me recibió Garchon, su novia, y Camilla- Todos ellos viejos conocidos míos y estudiantes Erasmus en España; aunque con ellos nunca llegué a tener la complicidad que llegué a tener con Alex, mi corazón se alegro al verlos.
Durante esa noche, se pusieron de manifiesto las bienvenidas “a la francesa”: cada invitado armado con una botella de vino bajo el brazo, un sincero "Bonjour, ça va?", y algo de queso…personalmente odio los estereotipos, pero así fue. Hablamos todos reunidos acerca de estos últimos años, y de cómo sería ciertamente éste en el que comenzaba viviendo en Paris, de mis estudios en la Sorbonne, de las fiestas, etc. Al marchar todo el mundo, inauguré mi futura vida en Paris, paseando por sus calles acompañado de Alex: La plaza de La Republique, la calle Saint- Dennis, Oberkampf y, finalmente, degusté la comida nacional francesa: ¡Kebap! ¡Están por todas partes!
El siguiente mes se sucedió con mis primeras visitas diurnas por los alrededores de la Tour Eiffel, paseos por el Sena; por mis búsquedas de apartamento y trabajo por internet no fructíferas, por noches dominadas por el dios Baco, caminatas con Alex…
Primera "soirée" con Alex y el resto de viejos Erasmus


En consonancia con el buen tiempo que me recibió, paseé con Soo Ja (mi amiga francesa de origenes coreanos que conocí en Seul) gran parte de mi tiempo. Aprendí con ella a disfrutar de los picnics, de las terracitas de café, y con ella disfruté de mis primeras visitas a Le Marais, el barrio “cool” (Notese otro sentido), y por Pompidou. Uno de esos días de Agosto también disfruté sobremanera al descubrir  Montmartre, dotado de ese aire bohemio y artístico del que tanto disfrutaría posteriormente, con sus bistros, sus escaleras empinadas, su majestuoso Sagrado Corazón, y sus fuentes de agua de mediados de S.XX ¡Qué placer sentarse en las noches de verano en las escaleras del Sagrado Corazón a tomar vino y a fumar, quizás, un “cigarro de la alegría”, con mi compañero y con aquellos que me cruzaba, sobre todo, mochileros! ¡Cuántas veces tuve que “colarme” en el metro para economizar- y qué raro me resulto al principio”-!
En mi primer mes en la capital L´Oreal, mi francés era rudimentario, aunque me permitía entender bastante bien a los demás, no  me permitía expresarme correctamente, ni mantener una conversación prolongada y, a todo ello, no ayudaba el hecho de que muchos de mis amigos francófonos se desenvolvían de maravilla con la lengua de Cervantes. 
Primer paseo por El Sena


Es este mes se sucedieron muchas fiestas de bohemia alrededor de mi apartamento. En los locales de alrededor, la gente tenía que fumar fuera del local, estaba prohibido en el interior- hecho que me llamó la atención, pues hasta un año después no se implantaría dicha ley en España-, otro hecho que me impactó fue que en muchos locales tenías que entrar acompañado de una chica (por suerte íbamos con algunas amigas).
Una vez dentro de los locales, no sé si sería por el excesivo precio del alcohol, o por la música que nos rodeaba, pero no puede apreciar un ambiente muy festivo; a decir verdad, era un tanto sobrio, y se percibía poca expresividad en las personas. En mi opinión, faltaba algo en la atmosfera, algo más de alegría y ritmo; cosa de la cual, por suerte, no carecía mi grupo. Aunque yo ya estaba echando el ojo al género opuesto en cuanto llegué, para ver que se movía por allí.
En fin, tras un mes de aprender francés, que si Bescherelle, que si Les inconnus, que si entrevistas de trabajo, que si me perdía y tenía que comprar tabaco, el conocer en mi piso posteriormente a Manu (un compañero de piso francés agradable y distante a la vez)... Todo ello me llevó a acostumbrarme poco a poco a la capital de la cultura, una ciudad llena de teatros, espectáculos, shows, monólogos, etc. En ella cabía cualquier cantidad de actividades de ocio: para todos los perfiles y bolsillos, y algo de lo que me arrepiento, es no haberlos disfrutado más. Eso sí, una vez que la ciudad parisina: su arquitectura, su ambiente, en fin, toda ella, penetra en ti, siempre permanecerá contigo.

Finalmente, el primer reto, y el más común tras un mes en París,fracasó: ni rastro de apartamento donde reposar mi cuerpo, nada de nada; afortunadamente, Alex y su amabilidad me ofrecieron quedarme en Noisy-Le Grand, con él y su familia hasta que encontrase algo. Me acogieron durante una semana, pero no llegué a encontrar  morada ¿Resultado? me hospedé dos semanas en un hostel cerca del Montmartre, donde di rienda suelta a mis instintos más básicos y mis ansias de alegría, cada noche “consumía” a modo de gotero los viajeros que se apilaban allí, con ellos caí en noches de alegría, vino, y descaro alrededor de Montmartre….¡¡¡Qué noches de Septiembre!!! Y, al fin, mi segundo apartamento en Rue Polonceau, junto al Boulevard Barbés, el barrio más multicultural y atestado que conocí en todo un año, un lugar próximo tanto al turístico Sacre Coeur como a los vendedores de tabaco de contrabando ¡Qué maravilla! ¡Al fin una cama, -perdón, quiero decir un sillón- donde dormir por el módico precio de casi 400 euros!








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