Los dos meses que siguieron se fueron sucediendo con episodios de
enfado, alegría, pasión, y decepción. ¿Por qué? el hecho de que yo fuese
extranjero, aún estudiante y más joven que ella (un trío “mortal” en Corea) fue
lo que condenó nuestro fracaso en gran parte. Fue un factor muy importante que
no calcule, pues ya no estábamos en España; sino en su país, donde otros
factores jugaron un rol muy importante para nuestra separación: la familia, el ritmo de vida, las costumbres, etc. Generalmente,
factores que jugaron en mi contra, lo cual desgastó mucho la relación a
escondidas que llevamos. Todo esto me llevó a una decisión en contra de mi voluntad,
a sabiendas que sería mejor para ella y para mí: cortar la relación. Pues todo
pareciese condenado al fracaso, incluso antes de que yo pronunciará las
dolorosas palabras: “Será mejor que dejemos de vernos”.
Lo siguiente, una fotografía de un chico de apenas 20 años, sin
visa legal en el país, con nociones muy básicas del idioma, sin trabajo, sin
contactos en el país, y con un estudio que tendría que dejar en un mes. Y me
dije: “Uff!!! ¿Volver a España? Bueno, ya que estoy aquí, intentaré sobrevivir
un tiempo aunque me cueste”. Por tanto, eso fue lo que hice, me dediqué a
deambular alrededor de las calles, sin horario diurno o nocturno alguno. Basicamente,
repartía mi tiempo entre los restaurantes de alrededor comiendo sopas que no
conocía, arroz, Kimbab (es como un shusi japonés de unos 1000 wones), etc.
Luego paseaba sólo hasta sentarme un rato en el césped de la universidad, entonces
vuelta a casa e internet.
Por casualidad, y por un chico madrileño que trabaja en Seul,
encontré Pakitos, un bar español
situado en un callejón de Heongde, un distrito lleno de restaurantes, clubs,
comida callejera, y entretenimiento. El dueño de su bar era un coreano que
hablaba español y se había sacado un título de cocina en tierras ibéricas
mientras trabaja de guía turístico. Era un hombre serio pero con una sonrisa
siempre dibujada en la cara y muy consciente en su actitud con el prójimo, el
cual estaba casado con su versión femenina, una coreana “acervantada”. Empecé a
frecuentar este bar y a beber mucho; conocí españoles, y yo, ingenuo de mi,
pensé que ellos (excepto uno) me podrían ofrecer su amistad o su compañía, que
me ayudarían basándome en que: al ser paisanos nos unía un vinculo especial.
¡Qué ignorante! Nada de nada, ni me ofrecieron su amistad, ni se preocuparon en
aceptarme en su círculo; en ellos dominaba un individualismo en el que pocas
veces me he visto expuesto en mi cálida Andalucía. El caso, es que lo que no me
ofrecieron los de “mi casa” lo encontré en la comunidad internacional, sobre
todo, americanos.
Este suceso terminó por acabar totalmente con ese sentimiento irracional
basado en la falsa camaradería que une a los españoles viviendo en el
extranjero por ser simplemente del mismo país ¿Ejemplos? La tendencia de los estudiantes
Erasmus españoles a concentrarse como el polvo en las esquinas de una casa, o
de los “sabelotodo” españolitos en las clubs londinenses, etc. Yo, sin embargo,
ya estaba vacunado contra “españolitis crónica” cuando llegué a Corea, y este
último hecho, rompió el último nexo que me unía con la comunidad española (en
el sentido de amistad cercana) en el extranjero. Del bar de Pakito pasé a
divertirme con mis amigos coreanos y americanos en los clubs, a beber como un
cosaco en el parque de Hongdae, a comer todo el día en la calle, a conocer
chicas del país, a divertirme con mis amigos coreanos y anglosajones (mejorando
así mi escaso coreano e inglés a partes iguales) ¿El coste? Mis fondos
agotados, borracheras, resacas, mala alimentación, etc.
(Pido disculpas
por estos post en los que me centró más sobre mi vida personal y sentimientos ,
que sobre el objeto de mi blog: hablar del país en sí y de mis andaduras por
ellos. Sin embargo, este post ayudará a conocer mejor el país a través de mis
ojos y justificarán (aunque puede que no sean ciertas) mis opiniones”
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