domingo, 26 de febrero de 2012

PARIS, PARIS ET TOUJOURS PARIS!!!

Un purito por Montmartre


Un equipaje de escaso peso y una mente de abundantes pensamientos que mis neuronas no llegaban a digerir –pues hacía menos de un mes que llegaba de Asia y ahora me lanzaba a vivir en Paris-, consecuentemente, mi llegada un caluroso día de Agosto a tierras galas no ayudó a asimilar el escaso periodo de “transición” de una cultura a otra. Llegué al aeropuerto de Beauvais (a 1 hora en bus de Paris), y una vez en Paris tomé el metro. Me impactó de dicho metro (tan pronto como mis piernas se posaron en él) su falta de acondicionamiento para uso público: empezando por la falta de escaleras metálicas, pasando por la ausencia de rampas para minusválidos y, acabando por su olor. En cambio, de modo burlón, era ese el metro de Paris, ese de las películas de cine negro, ese de Alain Delon ¡¡Qué encanto en tan nauseabundo olor!!
Mi trayecto en metro terminaba con la parada  Strasbourg Saint-Dennis y con ella comenzaba un nuevo periodo de nuevos caminos, nuevas palabras, nuevas personas, etc. Al salir a la calle, me recibieron las diferentes cafeterías à la parisienne con sus terracitas, mesas y sillas dispuestas hacía el exterior-para “ojear” a todo el que pase-, sus bureau de tabac, sus salpicadas fruterías, un tráfico flexible y un sol benevolente. 
Port Saint-Martin al lado de casa
Tras 5 minutos andando, encontré mi primer hogar en Paris junto a la majestuosa Port Saint-Martin: era un edificio con un amplio pasillo que me llevaba a mi apartamento en la 3ª planta en la que conviviría con Alex. Sí, Alex, un chico francés de orígen indonesio-chileno que había conocido en España varios años atrás, el cual me ofreció arrendar una habitación durante un mes. Él me había dejado unas llaves escondidas en el portal, así que pude acceder a mi hogar “de prestado”. Al entrar, una pequeña cocina, girando a la derecha un salón dotado de alfombras, suelo amaderado, y libros por doquier. Un largo pasillo con amplias habitaciones, y le toilette (un cuartucho exclusivo para…defecar, ya que el cuarto de baño se encuentra en otro lugar)





Alex y yo reflexionando :P
No tardó en llegar Alex con su amplia sonrisa, un abrazo y la promesa de una soirée comme il faut!! Fuimos a comprar algo de comida, y bebida por los alrededores. De pronto, con Alex, rememoramos tiempos pasados, fiestas en España, como habíamos cambiado y que vida llevábamos. Creo que él pudo percibir en cierto modo mi agotamiento interior reflejado en mi cara y en mis gestos, aunque su perspicacia le hizo controlar sus comentarios con otros más propios de su alegre personalidad. Tras una hora en "nuestra" casa, me recibió Garchon, su novia, y Camilla- Todos ellos viejos conocidos míos y estudiantes Erasmus en España; aunque con ellos nunca llegué a tener la complicidad que llegué a tener con Alex, mi corazón se alegro al verlos.
Durante esa noche, se pusieron de manifiesto las bienvenidas “a la francesa”: cada invitado armado con una botella de vino bajo el brazo, un sincero "Bonjour, ça va?", y algo de queso…personalmente odio los estereotipos, pero así fue. Hablamos todos reunidos acerca de estos últimos años, y de cómo sería ciertamente éste en el que comenzaba viviendo en Paris, de mis estudios en la Sorbonne, de las fiestas, etc. Al marchar todo el mundo, inauguré mi futura vida en Paris, paseando por sus calles acompañado de Alex: La plaza de La Republique, la calle Saint- Dennis, Oberkampf y, finalmente, degusté la comida nacional francesa: ¡Kebap! ¡Están por todas partes!
El siguiente mes se sucedió con mis primeras visitas diurnas por los alrededores de la Tour Eiffel, paseos por el Sena; por mis búsquedas de apartamento y trabajo por internet no fructíferas, por noches dominadas por el dios Baco, caminatas con Alex…
Primera "soirée" con Alex y el resto de viejos Erasmus


En consonancia con el buen tiempo que me recibió, paseé con Soo Ja (mi amiga francesa de origenes coreanos que conocí en Seul) gran parte de mi tiempo. Aprendí con ella a disfrutar de los picnics, de las terracitas de café, y con ella disfruté de mis primeras visitas a Le Marais, el barrio “cool” (Notese otro sentido), y por Pompidou. Uno de esos días de Agosto también disfruté sobremanera al descubrir  Montmartre, dotado de ese aire bohemio y artístico del que tanto disfrutaría posteriormente, con sus bistros, sus escaleras empinadas, su majestuoso Sagrado Corazón, y sus fuentes de agua de mediados de S.XX ¡Qué placer sentarse en las noches de verano en las escaleras del Sagrado Corazón a tomar vino y a fumar, quizás, un “cigarro de la alegría”, con mi compañero y con aquellos que me cruzaba, sobre todo, mochileros! ¡Cuántas veces tuve que “colarme” en el metro para economizar- y qué raro me resulto al principio”-!
En mi primer mes en la capital L´Oreal, mi francés era rudimentario, aunque me permitía entender bastante bien a los demás, no  me permitía expresarme correctamente, ni mantener una conversación prolongada y, a todo ello, no ayudaba el hecho de que muchos de mis amigos francófonos se desenvolvían de maravilla con la lengua de Cervantes. 
Primer paseo por El Sena


Es este mes se sucedieron muchas fiestas de bohemia alrededor de mi apartamento. En los locales de alrededor, la gente tenía que fumar fuera del local, estaba prohibido en el interior- hecho que me llamó la atención, pues hasta un año después no se implantaría dicha ley en España-, otro hecho que me impactó fue que en muchos locales tenías que entrar acompañado de una chica (por suerte íbamos con algunas amigas).
Una vez dentro de los locales, no sé si sería por el excesivo precio del alcohol, o por la música que nos rodeaba, pero no puede apreciar un ambiente muy festivo; a decir verdad, era un tanto sobrio, y se percibía poca expresividad en las personas. En mi opinión, faltaba algo en la atmosfera, algo más de alegría y ritmo; cosa de la cual, por suerte, no carecía mi grupo. Aunque yo ya estaba echando el ojo al género opuesto en cuanto llegué, para ver que se movía por allí.
En fin, tras un mes de aprender francés, que si Bescherelle, que si Les inconnus, que si entrevistas de trabajo, que si me perdía y tenía que comprar tabaco, el conocer en mi piso posteriormente a Manu (un compañero de piso francés agradable y distante a la vez)... Todo ello me llevó a acostumbrarme poco a poco a la capital de la cultura, una ciudad llena de teatros, espectáculos, shows, monólogos, etc. En ella cabía cualquier cantidad de actividades de ocio: para todos los perfiles y bolsillos, y algo de lo que me arrepiento, es no haberlos disfrutado más. Eso sí, una vez que la ciudad parisina: su arquitectura, su ambiente, en fin, toda ella, penetra en ti, siempre permanecerá contigo.

Finalmente, el primer reto, y el más común tras un mes en París,fracasó: ni rastro de apartamento donde reposar mi cuerpo, nada de nada; afortunadamente, Alex y su amabilidad me ofrecieron quedarme en Noisy-Le Grand, con él y su familia hasta que encontrase algo. Me acogieron durante una semana, pero no llegué a encontrar  morada ¿Resultado? me hospedé dos semanas en un hostel cerca del Montmartre, donde di rienda suelta a mis instintos más básicos y mis ansias de alegría, cada noche “consumía” a modo de gotero los viajeros que se apilaban allí, con ellos caí en noches de alegría, vino, y descaro alrededor de Montmartre….¡¡¡Qué noches de Septiembre!!! Y, al fin, mi segundo apartamento en Rue Polonceau, junto al Boulevard Barbés, el barrio más multicultural y atestado que conocí en todo un año, un lugar próximo tanto al turístico Sacre Coeur como a los vendedores de tabaco de contrabando ¡Qué maravilla! ¡Al fin una cama, -perdón, quiero decir un sillón- donde dormir por el módico precio de casi 400 euros!








domingo, 19 de febrero de 2012

AVENTURAS POR JAN AL-JALILI


Este pasado sábado reinaba el aburrimiento en nuestro “prestado” hogar, en Nasr. Así que, pese a las alarmistas noticias sobre las protestas revolucionarios en el centro del Cairo y el ambiente pesimista que nos rodeaba, decidimos ver que nos deparaban las calles de ese mercado de especias, sedas y antigüedades sin dueño: Al-Jalili. Mike, Gergo y yo nos montamos en la atracción number 1 en El Cairo, un minibús. Nos hicimos paso en el acaudalado tráfico, llegamos a la estación de metro de Muhammed Naguib  y, desde allí, emprendimos un largo paseo hasta el susodicho mercado. De pronto, nos vimos en vueltos en una carretera atestada de gente, coches, gallinas y caballos: era increíble. En esta calle se desplazaban por el asfalto, a lo largo de todo él, estos elementos. Pareciese que fuimos participes de una carrera de obstáculos súbitamente y al unísono.
De pronto, entre la marea humana se situó al lado de Michael un señor de estatura baja y de unos 70 años, un tanto calvo y que llevaba en las manos una caja del tradicional Backgammon. Entabló conversación con nosotros y nos ofreció conducirnos a ese Cairo que pocos conocen: aquel que convive  junto al mercado de Jan-Al Jalili, pero que no conoce ni las masas de turistas, ni los hiperinflados precios de éste. En ese momento, pensamos que dicho señor era otro egipcio intentando timarnos; uno de esos que sigue el Corán en la mezquita, pero que lo olvida completamente ante el turista. Nada más lejos de la realidad, a los cinco minutos de caminata junto a Fathi (así se llamaba el señor) nos indicó que nos guiaría de manera gratuita, que no esperaba nada de nosotros; era un hombre que le encantaba enseñar la belleza ignorada de estas callejuelas. Esto nos hizo recapacitar sobre las verdaderas intenciones de este peculiar hombre y nos dejamos llevar por su apresurado paso, su amabilidad innata y su original modo de hablar inglés.
De pronto, incluso antes del inicio de la oración Salátul Magrib, nos vimos envueltos por unas callejuelas de no más de un metro y medio de ancho, adornadas de trajes beduinos, galabiyas, mantas, lámparas, especias procedentes de todos los rincones, olores desconocidos para mi, alfombras persas, ropa turca, etc. Tras tres minutos recorriendo estas calles acompañados de Fathi, perdimos el sentido de la orientación, pues nos vimos inmersos en un entresijo de callejuelas y edificios resguardados del paso del tiempo. Entre callejuela, arco y puesto, el señor Fathi nos iba recitando la procedencia de toda edificación: “¡esto es mameluco!”, “y éstos;  los baños turcos del sultán otomano”  “Allí la mezquita de Fátima”, etc. Era hijo legítimo de estas calles ¿La prueba? Nos presentó en cada callejuela distintos artesanos: de sillas, de figuritas de backgammon, de zapatos, incluso de bastones. Estas personas, o artistas, trabajaban como antaño lo habrían hecho sus padres o abuelos; eran negocios familiares de cientos de años que pareciesen haber permanecido ajenos a la industrialización y a la sociedad de consumo.


con el Sr. Fathi y Gergo

Otra reliquia del Sr. Fathi

 En fin, en medio de un laberinto de antigüedades, especias, sedas y algodones, llegamos al museo del señor Fathi, un cuartucho de apenas 5 metros cuadrados, con toda clase de objetos: bandejas de plata, cofres beduinos, collares hechos a mano, pasando por lámparas como las de aladin y anillos oxidados. Todos ellos objetos que rebasaban la centena de años; su deterioro y polvo daban prueba de ello. En su “museo” nos invito a tomar shai (té) y nos enseño los “Willy Fog” que había conocido, lo que le había permitido aprender a comunicarse en italiano, francés, inglés y alemán sin ningún problema. Tras el sabroso té nos escoltó hasta El Fishawi.
Este Fishawi era un café precioso, ostentoso, y con majestuosidad egipcia. Aunque se encontraba cerca del “museo” de Fathi, nos pareció encontrarnos en otro Cairo, efectivamente, era Jan- Al Jalili. A diferencia del Cairo Islámico que lo rodeabas, sus calles eran más higiénicas, con productos “made in China” vendidos como reliquias, y lleno de egipcios dispuestos a llenarse sus bolsillos con tus libras y sus palabras con tu ignorancia. En medio de este “exótico” paisaje, un  magnífico café, un café que no cierra desde hace dos siglos y testigo de las tertulias de Naguib Mahfuz: El-Fishawi. En él, nos sentamos a fumar unas cuantas shishas, entablamos conversación con tres chicas anglosajonas y, a continuación, al darme cuenta de que había olvidado mi libro en el museo de Fathi, dije “Hey, chicos, volvamos a las callejuelas de Las mil y una noches, pues he olvidado mi libro en el museo de Fathi”.
Una vez más, retomado nuestro camino al mundo paralelo de Jan Al-Jalili, nos perdimos durante dos horas por estas calles, preguntando a todo comerciante si conocían a este peculiar señor. Durante este tiempo de búsqueda, anduvimos por unas callejuelas fuera de lo común. ¿Cómo explicarlo? ¿Alguna vez has visto un burro montado por niños de 5 años, un caballo corriendo junto a un mercedes y  tres chicos en bici con tres palés apilados sobre la cabeza; todo ello adornado con voces, pitidos de motos en todas las direcciones, bailes, oraciones y vendedores de hachís? Pues yo sí ;). Bueno, siguiendo con la búsqueda interminable de Fathi, nos detuvo un señor en la calle que decía conocerlo, ya que su hijo era amigo suyo. Éste chico de 29 primaveras, Hani, nos dio el número de teléfono de Fathi, así que pude contactar con él para poder recuperar posteriormente el dichoso libro.
¡Cuán jovialidad la de este chico! nos presentó sus vecinos, sus amigos, los mejores bares de shisha (todos alejados de la guía “Lonely Planet” y de los precios “tima-guiri”, y finalmente, disfrutamos, en el humilde taller de zapatos de su prima fumando más shisha y tomando té. Pasamos horas hablando sobre la historia de estas calles, sobre su gente y, de vuelta a casa, nos invitó a la fiesta de Fátima en estas callejuelas. Callejuelas tan cercanas al Cairo turístico, pero tan lejanas a la vez de dichos turistas, calles ajenas al paso del tiempo. 
En el taller del primo de Hani

jueves, 16 de febrero de 2012

EL DETONANTE: MI FIEBRE COREANA II


Los dos meses que siguieron se fueron sucediendo con episodios de enfado, alegría, pasión, y decepción. ¿Por qué? el hecho de que yo fuese extranjero, aún estudiante y más joven que ella (un trío “mortal” en Corea) fue lo que condenó nuestro fracaso en gran parte. Fue un factor muy importante que no calcule, pues ya no estábamos en España; sino en su país, donde otros factores jugaron un rol muy importante para nuestra separación: la familia,  el ritmo de vida, las costumbres, etc. Generalmente, factores que jugaron en mi contra, lo cual desgastó mucho la relación a escondidas que llevamos. Todo esto me llevó a una decisión en contra de mi voluntad, a sabiendas que sería mejor para ella y para mí: cortar la relación. Pues todo pareciese condenado al fracaso, incluso antes de que yo pronunciará las dolorosas palabras: “Será mejor que dejemos de vernos”.
Lo siguiente, una fotografía de un chico de apenas 20 años, sin visa legal en el país, con nociones muy básicas del idioma, sin trabajo, sin contactos en el país, y con un estudio que tendría que dejar en un mes. Y me dije: “Uff!!! ¿Volver a España? Bueno, ya que estoy aquí, intentaré sobrevivir un tiempo aunque me cueste”. Por tanto, eso fue lo que hice, me dediqué a deambular alrededor de las calles, sin horario diurno o nocturno alguno. Basicamente, repartía mi tiempo entre los restaurantes de alrededor comiendo sopas que no conocía, arroz, Kimbab (es como un shusi japonés de unos 1000 wones), etc. Luego paseaba sólo hasta sentarme un rato en el césped de la universidad, entonces vuelta a casa e internet.
Por casualidad, y por un chico madrileño que trabaja en Seul, encontré Pakitos, un bar español situado en un callejón de Heongde, un distrito lleno de restaurantes, clubs, comida callejera, y entretenimiento. El dueño de su bar era un coreano que hablaba español y se había sacado un título de cocina en tierras ibéricas mientras trabaja de guía turístico. Era un hombre serio pero con una sonrisa siempre dibujada en la cara y muy consciente en su actitud con el prójimo, el cual estaba casado con su versión femenina, una coreana “acervantada”. Empecé a frecuentar este bar y a beber mucho; conocí españoles, y yo, ingenuo de mi, pensé que ellos (excepto uno) me podrían ofrecer su amistad o su compañía, que me ayudarían basándome en que: al ser paisanos nos unía un vinculo especial. ¡Qué ignorante! Nada de nada, ni me ofrecieron su amistad, ni se preocuparon en aceptarme en su círculo; en ellos dominaba un individualismo en el que pocas veces me he visto expuesto en mi cálida Andalucía. El caso, es que lo que no me ofrecieron los de “mi casa” lo encontré en la comunidad internacional, sobre todo, americanos.
Este suceso terminó por acabar totalmente con ese sentimiento irracional basado en la falsa camaradería que une a los españoles viviendo en el extranjero por ser simplemente del mismo país ¿Ejemplos? La tendencia de los estudiantes Erasmus españoles a concentrarse como el polvo en las esquinas de una casa, o de los “sabelotodo” españolitos en las clubs londinenses, etc. Yo, sin embargo, ya estaba vacunado contra “españolitis crónica” cuando llegué a Corea, y este último hecho, rompió el último nexo que me unía con la comunidad española (en el sentido de amistad cercana) en el extranjero. Del bar de Pakito pasé a divertirme con mis amigos coreanos y americanos en los clubs, a beber como un cosaco en el parque de Hongdae, a comer todo el día en la calle, a conocer chicas del país, a divertirme con mis amigos coreanos y anglosajones (mejorando así mi escaso coreano e inglés a partes iguales) ¿El coste? Mis fondos agotados, borracheras, resacas, mala alimentación, etc.
(Pido disculpas por estos post en los que me centró más sobre mi vida personal y sentimientos , que sobre el objeto de mi blog: hablar del país en sí y de mis andaduras por ellos. Sin embargo, este post ayudará a conocer mejor el país a través de mis ojos y justificarán (aunque puede que no sean ciertas) mis opiniones”

EL DETONANTE: MI FIEBRE COREANA I

Estaba sentado en un autobús que recorría la carretera que lleva a Korea University (고려대학교), aunque yo en ese momento no tenía ni idea de donde me encontraba, a ambos lados de la carretera observaba banderas del país de Samsung y Hyundai, de un país separado en dos. Dichas banderas adornaban los cerezos de pétalos blancos y rosas que hacían una gran fila. El autobús podía circular fluidamente entre un tráfico aceptable y no desesperante; todo ello entre una masa de coches (los cuales, 90% eran Hyundai) y sobre un pavimento bien limpio y cuidado. Era un 6 de Agosto del año 2009, y mirando por las ventanas repasaba el último año de mi vida…si alguien me hubiese dicho un año atrás, que en ese momento viajaría para vivir en Corea me hubiese echado a reír con una carcajada que sería muy similar a aquella que emití hace un año andando por las Universidad de Alicante cuando me encontré por primera vez a *Eun Jang.

 Eun Jang era una chica de labios pequeños y carnosos, enmarcados sobre una ovalada cara de piel suave, la cual denotaba una expresión inocente, que contrastaba con unos ojos almendrados e intimidantes. Se me acercó justamente cuando estaba saliendo de mi clase de francés planeando sobre mi pronto viaje a Francia (¡qué equivocado estaba! hahaah). El motivo de su acercamiento fue preguntarme dónde estaba un lugar “X” para encontrarse con el futuro casero de su piso de alquiler, ya que había llegado hace 5 días a España con la intención de quedarse un año. Consecuentemente, le ofrecí acompañarla hasta dicho lugar, ya que yo vivía por ese entonces cerca de esa zona.Creo que este hecho especialmente fue el que determinó gran parte de todo.

 Tras ese día, nos dedicamos a hacernos mutua compañía; y de su soledad en un país como el mío, y de mis ansias de conocer un país como el suyo surgió una fuerte relación. Más bien, la suma de ella y yo nos llevo a una relación de manera no intencionada e inadvertida. Pero como dicta la experiencia de otros que navegaron en el mismo rio en el que Eun y yo estábamos, llegó la partida de Soon a Seul. Nunca pensé que me afectaría tanto, así que tras dos días de su partida y con mis estudios casi terminados, decidí trabajar por la mañana en una empresa de exportación de equipamientos deportivos y por la tarde de socorrista en una base militar. Ello me permitió ahorrar el dinero que 4 meses después me llevaría a Corea con la intención de quedarme allí junto con la persona que eligió mi corazón y, desde luego, no mi cabeza. En síntesis, yo diría que normalmente una persona decide expatriarse, básicamente, por tres razones: estudios, trabajo o por amor. Pues bien, yo elegí la más costosa y arriesgada, de lo cual, remarco, no me arrepiento.
Volviendo sobre mi inicio, ese autobús me llevó a la estación situada en frente de la referida universidad,  donde Eun me dio la bienvenida, y me presentó mi nuevo hogar: un estudio en una residencia de estudiantes. Era bastante humilde, no muy caro, pero mis deseos de estar con Eun rebasaban con creces las condiciones del lugar.
Este momento inauguraba, los siguientes años de mi vida hasta la actualidad, esto es, que inauguraba mi étapa: life abroad.

*Es un nombre inventado para proteger la identidad de la persona referida.

PRIMERAS EXPERIENCIAS EN LA CAPITAL CAIROTA



Un jueves cualquiera a las 14.45h. aterrizó en tierras egipcias un avión de la compañía Air Swiss. Un hecho no insólito, ya que el aeropuerto de El Cairo recibe diariamente aviones “made in Switzerland”, sin embargo, en este vuelo iba “empaquetado” yo y mi toda mi ilusión justificada por descubrir un nuevo país, una nueva cultura y un nuevo trabajo para Tour Egypt. Prosiguiendo con este post, el cual no conllevará al leerlo más tiempo del que tardé en llegar a la aduana del aeropuerto, me encontré con un esbelto y moreno egipcio que me recibió con una afable sonrisa para asistirme con la visa. Lo de la “asistencia” es una palabra que se queda un poco grande a los hechos, pues el proceso de asistencia consistió en hablar con un señor apoyado en la ventanilla de los bancos situados a la izquierda de la aduana; hombre más absorto en su pensamientos que en su trabajo. Simplemente me acerqué a él y dije:  فضلك من فيزا عايز انا /ana ais visa min fadlik/ e inmediatamente me extendió su brazo desanimado con el dichoso papelito. A continuación, junto con este simpático chico egipcio, Radwan, me encontré esperando a un taxi; paramos hasta cuatro distintos taxis, ya que todos ellos al ver mi cara de “guiri” intentaban cobrarnos el doble, o incluso el triple, del precio habitual del trayecto, a lo que mi compañero 100% egipcio sensatamente se negaba. Finalmente, detuvo en medio de la carretera; en medio de un escenario atestado de gente, humo, coches y palabras egipcias, a un señor de mirada profunda y de semblante humilde que nos recibió como si fuéramos, ambos, hijos legítimos de El Cairo, esto es, que nos cobro el precio “estipulado” para el trayecto que nos llevaría del aeropuerto a Nasr City.
Balcon de mi casa en Nasr City

Nasr City, pronunciando estas palabras insensibles a mis oídos en ese momento, nos montamos en dicho taxi, y nos condujo hasta este lugar. En este trayecto, Radwan y el taxista no tardaron en comenzar a conversar como si fuesen viejos conocidos de un mismo barrio, con una camaradería y jovialidad que no escapó a mis sentidos. Aunque no entendía nada, su lenguaje corporal me impresionó; yo creía firmemente que españoles e italianos, por ejemplo, somos extremadamente expresivos con el cuerpo, pero lo de nuestros viejos conocidos egipcios era extraordinario: eran nuestros gestos con manos, ojos, boca, etc. multiplicados por dos y elevados al cuadrado. En fin, creo que sus manos y gestos comunicaban mucho más que sus palabras, especialmente para mí. En el trayecto me sorprendió el tráfico; era un caos tremendo, sin orden preestablecido. ¿Señales de tráfico? ¡Para qué! Intersecciones en las que se reunían hasta 4 coches al mismo tiempo, distancias casi inexistentes entre unos y otros, motos adelantando entre dos microbuses, todo ello adornado con burros y caballos en la misma “pista de baile”. En medio de la ya inanimada conversación de mis compañeros de viaje y del animado espectáculo automovilístico, pude intuir, en medio de este caos, un orden no escrito, una especie de “sipnosis” entre sus participantes. Era increíble, pese a este atestado desorden, todo el mundo sabía cuando pararse, cuando adelantar, y nada de accidentes. Egipto es uno de los países del mundo con mayor índice de accidentes de tráfico, pero comparado con lo que observe, me extraño que este índice no fuese más alto. En fin, es algo que una mente cartesiana como lo mía no pudo digerir, pero un código que en El Cairo funciona, un orden no preestablecido que ellos siguen.
Balcón de mi casa en Nasr City

Al fin, llegamos a Nasr City, a mi futuro hogar, en el cual me ayudó a bajar las maletas mi vecino. Me sorprendió la amabilidad y la generosidad de la gente que  allí se encontraba; pareciese que todo el barrio hubiese estado aguardando mi llegada: ojos que me miraban por todas partes, y partes a las que miraba pero no encontraba ojos. Subí a la novena planta, mi apartamento, con 6 habitaciones, dos pisos, decoración sacada de un cuento de “Las Mil y una noches”, en fin, muy acogedores, a partes iguales, mi apartamento y las personas que me recibieron. A continuación, tras cinco minutos andando, a dos carcajadas de mi hogar o un pensamiento profundo de mi nueva morada: mi futura oficina, en la que me recibieron con amabilidad, humildad y humor egipcio mi equipo de trabajo. Así se inauguró esta nueva etapa de mi vida.

En fin, me sorprendió sobremanera la capacidad de organización en medio de un aparente caos, la sonrisa eterna de sus habitantes, la camaradería entre sus gente, su sentido del humor y la arena mezclada en un aire “recargado”

martes, 14 de febrero de 2012

INTRODUCCIÓN: ¿QUIÉN “PRETENDO” SER?



El día posterior a un suceso trágico, el día en el que te encuentras sólo contigo mismo, o simplemente, el día en el que buscas entre tus pensamientos una respuesta a ese vacío interior. Partiendo de esta premisa, llegas a través de una lógica aplastante a plantearte la posibilidad de escribir sobre el transcurso de tu vida, de querer compartir quien eres y, sobre todo, de dar salida a la necesidad imperiosa de expresarse. Sí, expresarse; pero no de cualquier modo. ¿Cómo pues? Entonces, oyes un dicho: “Lo escrito permanece y las palabras se las lleva el viento”.
 Fue ese dicho el que llegó a mi atolondrada cabeza tras el comentario  de un ex compañero de la universidad sobre la conveniencia de escribir un blog concerniente a mis vivencias e inquietudes. No es que las considere exclusivas respecto a las del resto de los mortales, pero ellas me permitirán expresarme y desahogarme al mismo tiempo. En cuanto a su utilidad, para mis visitantes potenciales, podría servir el uso de mi blog como una guía didáctica sobre experiencias sociológicas y culturales en distintos países del mundo.
Por todo ello, y por aquello que no es todo, he tenido la “extraña” e “inusual” idea de escribir sobre un tópico poco recurrido en la red: my life abroad (nótese el sarcasmo), esto es, sobre anécdotas, curiosidades y otras ocurrencias de una persona que ha hecho de su vida un “viaje” en el sentido literal de la palabra. He de remarcar que mi obra no es el resultado de un cúmulo de  viajes de dos semanas, o de un interrail de 2 meses de veintitantos países europeos o de un tour organizado. No, señores y señoras, no. Voy hablar de aquellos países en los que he vivido y en los que me he esforzado en conocer su gente, idioma, literatura, historia, gastronomía, cine, etc. Por otra parte, intentaré amenizar los posts con videos, fotos y algo de humor (que de éste creo que aún me queda un poco). Muchos de mis posts pueden ser polémicos e, incluso, ofensivos en su contenido; respecto a ello, aceptaré cualquier crítica constructiva.
Ufff…¡Qué maleducado! No me he presentado. Mi nombre es Ramón Forti, originario de una familia humilde del sur de España, y cuyos primeros 20 años de vida transcurren entre las provincias de Jaén, Murcia y Alicante. Estudiante de Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Alicante; deportista en su monotonía, borracho en su dicha y pensador en su indiferencia J. Actualmente, trabajo en El Cairo (Egipto) como asociado de marketing, o marketer, en una empresa de tours.
Volviendo a mi blog, éste se desarrollará a través de un viaje que comenzará con mi primer país: Corea del Sur hasta llegar a Egipto, en el que resido actualmente. Bueno, nada más que decir; excepto que, si no llegan a ustedes mis pensamientos, espero que lleguen al menos mis palabras. Los posts relativos a Corea del Sur,  Francia e Islandia no serán muy extensos debido a que hablamos en pretérito y se me hace difícil “revivir” todos los detalles que confeccionan esta etapa, sin embargo, contestaré preguntas al respecto, casi siempre desde mi humilde opinión. En cuanto, a los posteriores, serán otra historia….